
Las adopciones
La verdad
sobre qué ocurrió
Todo el caso (en 5 minutos)
La difamación sobre las adopciones fue fabricada en mi contra por la dictadura de Lucas en 1981, archivado judicialmente poco después y fue revivido en cuando empecé a mencionar mi interés por ser candidato presidencial, en 2015.
Para usted, conciudadano guatemalteco, dediqué un capítulo de mi biografía para explicar el contexto y mi defensa ante esta acusación sin fundamento. Puede descargar el capítulo entero en PDF aquí o escucharlo de mi propia voz en Spotify, ambos sin costo.
Para usted elaboré también un resumen del capítulo, en 5 minutos de lectura.
1. Cuestionar a la dictadura
La guerra en Guatemala fue entre la guerrilla de extrema izquierda y la dictadura de extrema derecha. Ser de centro era peligroso, porque ambos extremos nos amenazaban y nos querían eliminar, porque les quitábamos legitimidad política y ética.
En enero de 1980 campesinos y estudiantes de la USAC tomaron la embajada de España para negociar la liberación de presos políticos, como era algo común en la época. El Gobierno negociaba el intercambio y no pasaba a más, como fue con las embajadas de Suiza y Brasil. Además que una embajada es territorio extranjero. Pero el Ejército y la Policía intervinieron en la Embajada, hubo un incendio y murieron 37 personas quemadas, por lo que yo fui uno de los pocos que salió a criticar al gobierno de la dictadura.
Ante mis críticas públicas por esas 37 muertes, empezaron las amenazas por parte de gente de la Policía de la Dictadura. “Que me iban a callar”. Mis amigos me advertían que saliera del país por temporadas, porque habían visto que yo estaba en listas de personas que iban a ser asesinadas o a sufrir atentados.
2. Salvar vidas de los perseguidos
Yo soy una persona de principios y valores. Ante tanta barbarie, yo sentía que tenía que usar mi posición de centro-derecha para salvar vidas.
En 1979-1980 fue la primera vez que un amigo empresario me pidió que ayudara a su hijo, un guerrillero arrepentido, a salir del país. Activé mis contactos diplomáticos y acordamos con la embajada de Venezuela –que entonces era democrática y próspera– que lo recibirían. Una madrugada lo pasé a traer en mi escarabajo Volkswagen y pudo salir con vida del país.
Al mes siguiente hice lo mismo por el hermano de un compañero que trabajaba en los talleres del diario Prensa Libre. “Yo sé que usted ha ayudado a sacar a gente del país”, me dijo. Así que lo ayudé a salir vía una embajada.
En total lo hice cinco veces. Así ayudaba a salvar vidas de jóvenes que habían caído en la trampa del extremismo, muchachos que estaban dispuestos a tener otra oportunidad en la vida y a rehacer sus vidas.
Salvar vidas así era para mí una cuestión de ideales, principios y valores, solidaridad humana, y romper ese maniqueísmo maldito en el que Guatemala había caído. Eran acciones humanitarias, aunque ponía en riesgo mi vida, no con un asesinato, pero sí con un intento de muerte civil.
Más amigos cercanos al régimen me seguían advirtiendo en 1980 y 1981: “Edmond, estás en una lista. Bajá el tono. Mejor andate por un tiempo”. Les agradecía y hacía viajes a México, a Panamá, a Estados Unidos, y me iba un par de semanas mientras se calmaban las cosas. No sé si alguna vez esas salidas evitaron que fuera secuestrado o apresado.
Era un ambiente muy peligroso para hacer política en Guatemala. Había muchos asesinatos, secuestros, desapariciones, mucha violencia. En 1979 fueron asesinados 99 abogados en nuestro país. La guerrilla, por su lado, seguía secuestrando y asesinando.
3. Ser un candidato de la oposición democrática
En medio de la peor dictadura, decidí dar un paso al frente y participar en política, desde la oposición democrática. En 1981 me escogieron como uno de los candidatos a diputados por la oposición política al régimen, la alianza DC-PNR, para las elecciones de marzo de 1982.
Pero ese noviembre de 1981 fue cuando detonaron el escándalo, el intento de muerte civil. Como represalia por mis críticas públicas, por mi intervención para sacar del país a subversivos arrepentidos y por mi osadía de participar como candidato a diputado desde la oposición.
4. El intento de muerte civil
Como abogado, yo era el notario que estaba ayudando con los trámites de adopción a tres familias canadienses, que estaban hospedadas en el hotel Camino Real; es decir, a plena luz del día, no estaban escondidos. Yo era su notario y estábamos completando los trámites para que pudieran irse con sus hijos adoptivos a Canadá.
Se contaba para eso con un dictamen favorable de Juzgados de Familia, de la oficina de Migración y del Gobierno de Canadá. Era muy importante que los niños huérfanos o abandonados no tuvieran que crecer durante dos, tres, cuatro años institucionalizados solo por la lentitud o la corrupción de las instituciones guatemaltecas, sino que pudieran irse pronto a sus hogares adoptivos, con sus papás y mamás. Sabemos lo importante que esto es para el desarrollo de la personalidad del niño, que tenga ese cariño, ese cuidado y ese amor lo antes posible.
La legislación de la época permitía que pudiera completarse el trámite de adopción en el país de destino de los niños. Era una práctica común entre los bufetes de abogados. El único objetivo era rescatar a los niños lo antes posible.
Una mañana de noviembre de 1981 estaba yo en mi oficina y me llaman para decirme que la Policía Judicial había llegado al hotel Camino Real y había capturado a las canadienses y a los niños, y que la policía me andaba buscando. Yo tenía la opción de esconderme o de presentarme: y por supuesto fui a presentarme, pues no había ningún delito ni nada irregular.
Cuando llegué al Segundo Cuerpo de la Policía, me detuvieron y continuaron con la operación de ‘muerte civil’. La policía me decía: Si vienen las mamás biológicas a constatar que no son niños robados, pues ya se acaba todo y se les deja libres. Entonces en mi ingenuidad le pedí a las mamás biológicas que llegaran a declarar la verdad, que habían dado a sus hijos en adopción de manera voluntaria. Llegaron, pero las capturaron y las acusaron también.
5. ¿Quién me acusó? La temible Policía Judicial
La Policía Judicial, esa institución que detenía, torturaba, desaparecía y asesinaba a opositores, esa institución de terror que sí traficaba niños para adopciones cuestionables, anunciaba en una conferencia de prensa que se había llevado a cabo mi captura por ‘tráfico y exportación de niños’. Obviamente, era al único abogado al que habían capturado por “ese delito” en la historia del régimen, porque era una represalia política.
Me parece increíble que haya personas que le dan a la Policía Judicial de 1981 una credibilidad como si fuera el FBI.
Probablemente por venir de una familia anticomunista y tener amigos militares, no me mataron físicamente, sino que me dieron en cambio una ‘muerte civil’. Fue un gran escándalo, portada de Prensa Libre al día siguiente, y un gran golpe. Uno no se espera que acciones como tramitar una adopción, algo de buena voluntad, legal, con un afán de servicio y ayudar a niños huérfanos, fueran objeto de un ataque así.
En la prisión en el Segundo Cuerpo las condiciones eran lamentables. El único ‘baño’ era un agujero en medio del patio. Empecé a recibir las visitas de amigos, familiares, abogados, correligionarios de la oposición. Por ahí tengo la lista de quiénes me llegaron a visitar.
La Policía Judicial publicó después otro documento, que estaba guardado en el Archivo Histórico de la Policía Nacional, en el que decían que yo había logrado salir de la cárcel por mis “conectes políticos”. ¡Pero yo era parte de la oposición de la DC-PNR! ¿Cómo iba a tener conectes? Claro que mis colegas exigían mi liberación, pero como opositores, no como aliados del régimen.
No fue sino hasta unos días antes de Navidad, el 22 de diciembre de 1981, que lograron sacarme. Alejandro Maldonado, líder de la alianza PNR-DC, fue quien llegó a recogerme a la cárcel.
6. Continué con el proceso de adopción
A mi salida continué con los trámites de esa adopción de los niños, para que pudieran irse. Fue hasta varios meses después que lograron reunirse con sus mamás adoptivas canadienses. Importante: nunca apoyé en adopciones para ningún otro país que no fuera el Canadá. Además, unas semanas más tarde un Juzgado dictó la falta de mérito en mi contra.
Meses después, el mismo viceministro de Gobernación, mi amigo Juan de Dios Reyes Leal, me confirmó que todo había sido orquestado por el ministro Donaldo Álvarez Ruiz y el director de la Policía, Germán Chupina.
Se trató de un escándalo fabricado por el régimen en represalia por mi oposición política.
7. Mi compromiso con la noble institución de la adopción
Mi trabajo era ad honorem, no cobraba honorarios. Las familias adoptivas solo pagaban por los trámites. De lo único que me arrepiento es de no haber podido ayudar a más huérfanos y a más familias adoptivas a tramitar adopciones.
Eso sí, hay que decir que en Guatemala también se estaban cometiendo abusos; había robo de niños y falsificación de partidas de nacimiento. Pero eso no significa que todos los abogados que trabajábamos de buena fe lo hiciéramos ilegalmente; hay otros prominentes abogados en la actualidad que entonces apoyaron con adopciones de manera legítima.
Casi treinta años más tarde se discutió en el Congreso la ratificación del Convenio de La Haya sobre adopciones, para elevar los estándares y que se diera todas las garantías a los niños y a los papás adoptivos. Entonces yo era embajador de Guatemala ante la Unión Europea y promoví entre la Cancillería y los diputados las reformas para avanzar en la dirección correcta, de mayores controles para las adopciones.
Cuando estuve en Haití tras el terremoto de 2010, como jefe de misión de la ONU, había muchas familias que, movidas por la solidaridad, querían adoptar niños huérfanos haitianos, los que había por miles; recordemos que en ese sismo murieron 316,000 personas. Pero ahí sí empecé a ver problemas institucionales porque recordemos que en Haití no había nada de Estado, ni un registro civil. Fui yo quien le propuso al Primer Ministro de Haití que todo niño que fuera adoptado internacionalmente, tuviera que pasar por la aprobación por la oficina del Primer Ministro, para verificar que no se estuvieran saltando ningún paso institucional.
La adopción es una institución admirable, que necesitamos promover. Veamos cuántos centenares de niños guatemaltecos, que no tienen la oportunidad de familias que los adopten, terminan como adolescentes en los Hogares Seguros.
A pesar de estos ataques e intento de muerte civil, sigo luchando por Guatemala.
Cuarenta años después, sigo dando un paso al frente, defendiendo la democracia, la libertad de expresión, el Estado de Derecho, haciendo lo correcto por nuestro país, en el que merece la pena vivir.